LA MANO ELOCUENTE.

EL GESTO EN LA PINTURA DE GIOTTO (I).

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     En el nuevo lenguaje artístico que a principios del trecento da sus primeros pasos, se están quedando atrás la representación de símbolos y la reproducción sistemática y repetitiva de los mismos esquemas que se venían realizando en el arte europeo durante toda la edad media. Giotto comienza a pintar personas en situaciones reales y estas personas no son meras representaciones pasivas sino que actúan y por lo tanto gesticulan, claman, lloran, sufren, hablan. Sí, sobre todo hablan; los gestos que con mayor frecuencia representa Giotto corresponden a los que utilizan la palabra. La cultura europea del trecento todavía es esencialmente religiosa y no es necesario recordar aquí que la religión cristiana es una religión de la palabra, tanto hablada como escrita. Son por tanto de suma importancia los gestos que acompañan al hecho de hablar. Pero, ¿cómo se representa visualmente el hecho de hablar?. Es curioso como el canto, mucho menos frecuente en la pintura sí tiene una clara representación visual (figura 1), mediante el uso de los músculos de la cara, en la forma de la boca y de las mejillas. No sucede lo mismo con el hecho de hablar. Puede sorprender pero el miembro que representa visualmente el hecho de hablar es la mano.
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Figura 1. Ángeles cantores del Políptico de Gante. Van Eyck
     Ya en el mundo clásico era fundamental la educación en el uso de la palabra y los jóvenes recibían una exhaustiva formación en retórica y dialéctica. La utilización del brazo y de la mano mientras se hablaba ya es recogido en el famoso párrafo de Quintiliano ( Institutio oratoria, XI, 3.85-7): «En cuanto a las manos, sin cuya ayuda toda alocución sería deficiente y débil, apenas puede mencionarse la variedad de movimientos y posturas de las que son capaces, hasta el punto de que casi alcanzan en expresividad el poder de la propia lengua; pues otras partes del cuerpo ayudan al orador, pero éstas, me atrevería a decir, hablan por si mismas. Con las manos preguntamos, prometemos, llamamos a las personas y las mandamos ir, amenazamos, suplicamos, inspiramos disgusto o miedo; con las manos expresamos alegría, la pena, la duda, el reconocimiento, la penitencia e indicamos la medida, la cantidad, el número y el tiempo. ¿Acaso no tienen nuestras manos el poder de excitar, de detener, de implorar, de mostrar nuestra aprobación, admiración y miedo? ¿acaso, al señalar lugares y personas, no alivian a los adverbios y a los pronombres de su tarea?. En fin, entre la inmensa variedad de idiomas propios de tantas naciones y gentes, el lenguaje de las manos resulta ser común a todos los hombres».
     Quintiliano describe la importancia de la mano en la expresión de las diferentes emociones pero lo que no indica, obviamente, es el modo de representar visualmente estas emociones. En la edad media el prestigio de la palabra es mayor aún si cabe, la inmensa mayoría de la gente no sabe ni leer ni escribir, luego la palabra hablada es la única manera de comunicarse. No es difícil pensar por lo tanto que la representación visual de la palabra fuera tan importante para los artistas de la época. Este era uno de los grandes problemas a los que se enfrentaron pintores y escultores, Giotto entre ellos.
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Figura 2. Estatua en bronce del emperador Augusto.
      En la antigua Roma existían dos referencias propias de la elocuencia, «la adlocutio» y «la acclamatio» que dejaron una impronta decisiva en la manera de representar los gestos de la palabra en el arte europeo posterior.En la «adlocutio» (discurso) la autoridad comenzaba levantando la mano (fig 2) para reclamar calma y atención por lo que este gesto de levantar la mano quedó unido a la dignidad del gesto elocuente, de la palabra. La «acclamatio» era más propia del pueblo que escucha; también se hacía con la mano derecha levantada y con los dedos pulgar, índice y corazón extendidos mientras que los otros dos quedaban recogidos hacia la palma, en un gesto que recuerda claramente al gesto cristiano de la bendición. Mediante ambos gestos el mundo clásico transmitió a la posteridad la noción de la dignidad del discurso, del mismo modo que en la pintura de Giotto los gestos que representan la palabra hablada están unidos a un contexto de acción sublime y elevada.
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Figura 3. Techo de la capilla Scrovegni. Giotto
     No es necesario decir que el gesto de la benedictio latina, procedente de la «acclamatio» romana es omnipresente en la iconografía medieval (fig 3), aunque en muchas ocasiones no vaya unido al acto de bendecir propiamente dicho sino que se utiliza en muchas escenas de la vida cotidiana como representación de la palabra hablada. En la evolución del arte de occidente a lo largo de los siglos, los movimientos de la elocuencia romana pasaron a la edad media como representación de la bendición y de aquí a la representación del habla en la pintura a partir del trecento. Giotto crea y utiliza estos gestos de una manera un tanto ambigua y confusa cuyo significado en ocasiones no puede distinguirse con claridad. No sabemos si esta variedad en la representación del gesto elocuente responde a un intento de evitar la monotonía en la repetición de los gestos o si cada uno de los diferentes gestos posee un carácter expresivo diferenciado.
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Figura 4. «Anunciación de Santa Ana». Capilla Scrovegni. Giotto
     A un primer gesto elocuente característico de Giotto lo llamaremos «la mano que advierte», en el que la mano se representa de perfil con el pulgar y el índice en primer plano, iluminados, mientras que el dedo corazón apenas se intuye y los restantes ,que son casi invisibles ,se encogen hacía la palma de la mano. Es el gesto del ángel en «la Anunciación de Santa Ana» pintado por Giotto en la capilla Scrovegni de Padua (fig 4), la mano es portadora de un mensaje ,»advierte» por tanto.
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Figura 5. «Noli me tangere», Giotto. Capilla Scrovegni.
     Lo mismo ocurre en el fragmento del fresco «Noli me tangere» (fig 5), donde el ángel que está a la izquierda nos «advierte» con su gesto de que Cristo ha resucitado.
     Hay una representación insólita de «la mano que advierte» en la pintura de Giotto, la podemos ver en «el sacrificio de Isaac» (fig 6) de la capilla Scrovegni. La mano se representa aislada, sin ningún cuerpo al que pertenezca. Es la mano de Dios que está «hablando», que se manifiesta. Hasta entonces en el arte medieval la mano aislada de Dios realizaba algún acto reconocible como sujetar la mano de Cristo en el momento de la Ascensión , sujetando halos o coronas o entregando un rollo de pergamino a Moisés, pero jamás aislada. Giotto separa la mano de toda acción, tan solo «habla». Es quizá el caso más claro de mano elocuente, de mano que advierte. Estamos obviamente ante una representación de la palabra de Dios.
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Figura 6. » Sacrificio de Isaac, Giotto. Capilla Scrovegni.
     En todos los casos anteriores la representación del habla está ligada a algún hecho solemne y elevado, sin embargo Giotto también la va a representar con personajes anónimos o marginales. Es el caso del «Homenaje de un ciudadano a San Francisco» (fig 7), siempre en la capilla Scrovegni, donde el ciudadano del extremo derecho comenta lo que está sucediendo delante de él. Aunque no tenga mucho que ver con el tema de la mano elocuente, no puedo resistirme a comentar como me sorprendo viendo este fresco.Si bien el tema sigue siendo religioso, el homenaje a San Francisco, la acción parece ya sacada de la vida cotidiana de cualquier ciudad de la Toscana alrededor del 1300, el fondo de la ciudad, los diferentes personajes con las ropas que se vestían en esa época, los ciudadanos agrupados en lo que parecen conversaciones habituales. Me parece estar ante un claro antecedente de lo que 100 años más tarde pintará Masaccio en la capilla Brancacci, cuando situaba la acción en entornos ciudadanos florentinos perfectamente reconocibles, o lo que hará todavía más tarde Ghirlandaio con sus escenas de vida ciudadana en la que se reconocía incluso la fisonomía de las diferentes personas.
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Figura 7. «Homenaje de un ciudadano a San Francisco, Giotto. Capilla Scrovegni.
     Dejemos de momento la mano que advierte y hablemos ahora de otro de los gestos elocuentes característicos de la pintura de Giotto, lo podemos llamar «el gesto del discurso» o «el gesto que ordena». En este gesto el brazo puede estar totalmente extendido o doblado por el antebrazo, a la mano se la ve por el dorso y los dedos se muestran paralelos, ligeramente separados entre si. Lo vemos por ejemplo en el ángel del » Sueño de Joaquín» (fig 8) y en «el lavatorio de los pies» ( fig 9); en ambos casos queda claro que se nos quiere demostrar algo.
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Figura 8. «Sueño de Joaquín», Giotto. Capilla Scrovegni.
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Figura 9. «El lavatorio de los pies», Giotto. Capilla Scrovegni
     Caracteriza a este gesto del discurso el no ir siempre asociado a figuras celestiales o sagradas, sino que puede asociarse a todo tipo de personajes. Es el caso de la figura de Herodes en «La matanza de los inocentes» (fig 10) en el que el rey está transmitiendo una orden, quizá una orden de asesinato.
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Figura 10. «Matanza de los inocentes», Giotto. Capilla Scrovegni.
     Pero como decíamos anteriormente, los gestos de Giotto son muchas veces ambiguos, pueden expresar diferentes cosas. Nos ocurre con el gesto de la bendición que Giotto adapta y lo utiliza en la imagen de Cristo realizando un milagro, es la «orden divina». Lo podemos ver en los frescos de «Las bodas de Caná» (fig 11) y en «La resurrección de Lázaro» (fig 12). Evidentemente Giotto estaba familiarizado con los gestos tradicionales de la tradición cristiana, pero los adapta, los modifica y los cambia de contexto.
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Figura 11. «Las bodas de Caná», Giotto. Capilla Scrovegni.
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Figura 12. «La resurrección de Lázaro», Giotto. Capilla Scrovegni.
     Existe un caso con una leve modificación del habitual gesto de la bendición en «La entrada de Cristo en Jerusalén» (fig 13). La mano que bendice presenta un matiz diferente. Aunque levemente, se puede ver el dedo pulgar (algo inusual) por lo que podemos pensar que Giotto en esta ocasión quisiera expresar algo diferente. O no. No lo podemos saber. Si sabemos por el contrario, que Giotto no utiliza nunca el gesto clásico de la benedictio latina, es decir, con la mano representada totalmente de frente. Sólo lo vemos en el Pantocrator (fig 3) del techo de la capilla Scrovegni, pero como la atribución de los frescos del techo a Giotto no está clara del todo, no podemos estar seguros de que lo utilizara ni siquiera en esta ocasión.
     En resumen y como conclusión podemos decir que la interpretación de los gestos elocuentes en la pintura de Giotto presenta muchas dudas. Aunque muchos de estos gestos están inspirados en fuentes clásicas, no podemos  establecer que hubiera un contacto directo de Giotto con las obras del arte romano. Giotto parece que busca su inspiración en la cercana experiencia litúrgica y en otras obras de arte contemporáneas. Su representación del habla deriva de la asimilación del arte y de la vida cotidiana más que de fuentes antiguas.
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Figura 13. «Entrada de Cristo en Jerusalén», Giotto. Capilla Scrovegni.

 

– FIN-

 

 

 

 

 

 

 

 


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