LA BELLEZA DE LA PIEDRA ENAMORADA.(Monumento fúnebre de Ilaria del Carretto.Duomo de Lucca)

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Figura 1. Monumento fúnebre de Ilaria del Carretto. Duomo de San Martino. Lucca. Jacopo della Quercia, 1406.

 

     «No es una imagen reflejada, la suya, ni un pigmento sobre la tela que, con la fuerza de la mano, imprima en el grano del tejido el pliegue del mentón, las fosas nasales,la órbita de los ojos; no hay ilusionismo volumétrico que enmascare lo plano de la tela. Ni la variedad del color es suministrada por la paleta del artista: aquí la piedra, el veteado del mármol el que dibuja con su más secreta composición la exquisita almendra de los ojos, el sereno perfil de la nariz, el enfurruñado pliegue de los labios». Así es como comienza Ermanno Krumm su ensayo sobre el monumento fúnebre de Ilaria del Carretto en el duomo de Lucca ( revista FMR, num 5, año 2005).
     Hemos cambiado de registro, hemos cambiado el tono de anteriores entregas, dejamos los albores del trecento y avanzamos casi un siglo, dejamos los primeros vagidos del lenguaje renacentista de la pintura. Cambiamos los pinceles por el cincel, los colores por el veteado del mármol. Seguimos en la Toscana, en la pequeña y elegante ciudad de Lucca. El renacimiento, ya plenamente asentado, tiene nuevos registros, ya no se trata de exaltar el sentimiento religioso sino de hacer un canto al dolor enamorado, un monumento de piedra a la belleza eterna de la mujer amada, muerta prematuramente. Es quizá un mensaje lanzado a la posteridad y nada mejor que el mármol frío de la vecina Carrara para inmortalizar este canto de amor.
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Figura 2. Detalle del monumento fúnebre de Ilaria del Carretto.

 

     Sigue Ermanno Krumm con sus palabras: «Es como si, comprimidas en la piedra, las eras pasadas volvieran abriendo, en una materia que es un trozo de presente, sus raíces plantadas en eras remotísimas. Son estratificaciones terrestres aprisionadas en el tiempo que se disuelven como sombras jugosas ramificadas con humanísimas figuras sobre el rostro de la joven; son los rudimentos de una lengua antiquísima que , por fin, se muestra en su plenitud».
     Paolo Giunigi, señor de Lucca entre 1400 y 1430 acaba de perder a su joven mujer en 1405, de parto. Quiere inmortalizar su recuerdo, hacerlo eterno y nada mejor que la piedra para este homenaje. Se dirige para ello a Siena, donde trabaja el escultor Jacopo della Quercia que ya había dejado muestras de su ingenio en la fuente Gaia de la plaza del campo de Siena y en la puerta de la Mandorla del duomo de Florencia. El escultor trabajará en el sarcófago entre 1406 y 1408. Pero, cosas del destino, los restos de la joven Ilaria jamás reposarán en el monumento para ella creado, la política hace que Paolo Giungi sea expulsado de la ciudad y el cenotafio, huérfano de su joven dueña, es expoliado de sus paneles laterales  tan magníficamente labrados por el escultor de Siena. y en una especie de «damnatio memoriae» el frío y vacío mármol es expulsado de su central aposento en el Duomo de Lucca y es arrinconado en la sacristía.
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Figura 3. Detalle del sarcofago de Ilaria del Carretto.
     Cuando nuevamente cambien las tornas se vuelven a esculpir por artistas locales los laterales perdidos, que en un azar del destino vuelven a aparecer y retoman su posición original. Pero Ilaria ya no volvería a su postrer lecho, reposará para siempre en la capilla de la Villa Giunigi.
     En su bellísima obra , Jacopo della Quercia descubre todo el valor que el mármol le concede para expresar la belleza del mensaje enamorado de Paolo, pide consejo a la piedra y la hace hablar. El mismo Vasari, en la biografía que en sus «Vidas» dedica a Jacopo della Quercia dice : «El cual, aplicándose a la escultura, se hizo perfectísimo en ella y con excelencia lo demostró de continuo en ellas. …….en Lucca hizo para la mujer de Paolo Giunigi, señor de esta ciudad, en la iglesia de San Martino, una sepultura, la cual ha permanecido en la capilla de la comunidad, y en ese lugar algunos niños en un friso con guirnaldas de mármol, y la caja y la figura muerta en la entrada de la sacristía: la cual, trabajando con diligencia, a los pies de ella, hizo en la misma piedra un perro en relieve, por la fidelidad mostrada a su marido».
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Figura 4. Monumento fúnebre de Ilaria del Carretto. Detalle del perro.
     No es olvido lo que refleja su rostro, sino ternura y diversión. No es sólo expresión lo que vacila en sus párpados y en torno a sus labios, es el clamor del mármol que es aprovechado en cada una de sus imperfecciones para resaltar la individualidad de la escultura de la joven Ilaria .Estamos ante un retrato dulce y elegante, ante un sorprendente contraste entre la belleza de la juventud y la inmutabilidad de la muerte. Dirá Mendelstam, el poeta ruso, que nos encontramos «ante un tesoro escondido, acumulado en millones de años de intemperie….., es la lámpara de Aladino que traspasa las tinieblas geológicas de las edades futuras».
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Figura 5. Detalle del rostro de Ilaria del Cerretto.
     Eso es el mármol trabajado, un acumulo de tiempo puesto en manos del artista para expresar el desconsuelo de Paolo por su amada esposa, es la belleza como reclamo del dolor, es el llanto petrificado por Ilaria. La piedra «se hace presente como acontecimiento real, como cuerpo y carne, materia verdadera del rostro y el vestido». Ilaria yace en un mar de luz, brillan los efectos del claroscuro, vacilan los pliegues del vestido en una retícula de luces y sombras.
     Podemos acabar nuestro homenaje al amor de Paolo, a la juventud de Ilaria, con la elegía fúnebre que el poeta John Donne dedicara a Elizabeth Dury, muchacha muerta a los 15 años: «Vano es dar a la tumba esa invitada,/ o confinarla en un marmóreo cofre./ ¿Qué son el mármol o el pórfido / comparado con las dos crisolitas de sus ojos/ o con los rubíes y perlas que ella era?».
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Figura 6

-FIN-


2 respuestas a “LA BELLEZA DE LA PIEDRA ENAMORADA.(Monumento fúnebre de Ilaria del Carretto.Duomo de Lucca)

  1. No se si es por el tema del amor o por el nombre del enamorado (o por las dos cosas) pero me has hecho recordar el quinto canto del Infierno de Dante, con Paolo e Francesca.

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